AÑO
ESCOLAR
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2016
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JORNADA
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Mañana - Tarde
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NIVEL
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Educación Media
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PERIODO
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Segundo
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DIMENSION
/ AREA
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PSICOLOGIA DEL DESARROLLO
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GRADO
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11
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MAESTRO(A)
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YADY GISELD CHAVES CHAMORRO
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GUIA
DE APRENDIZAJE Psicología del Desarrollo
002
CODIGO
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LOGRO
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Diferencia los
postulados de las teorías mas representativas
para entender el comportamiento cambiante del ser humano:
Perspectiva Humanística, Psicodinámica y del Aprendizaje.
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DESEMPEÑOS
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1. Crea esquemas explicativos de la Teoría Psicosexual propuesta por Sigmund Freud
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2. Argumenta
por qué es necesario el estudio evolutivo del ser humano desde las 8 etapas propuestas por Erickson
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3.Interpreta la el desarrollo evolutivo de niños/as escolares en su dimensión cognoscitiva
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TIEMPO ESTIMADO
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10 Horas clase
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PROCESO DE APRENDIZAJE
ACTIVIDADES DE EXPLORACION:
Realizando lectura crítica de la entrevista, escoge 5 frases subrayadas y argumenta desde la Teoría Psicoanalítica...
Entrevista al Dr. Sigmund Freud
"El valor de la vida"
1926
Esta entrevista fue concedida al periodista George Sylvester
Viereck en 1926 en la casa de Sigmund Freud en los alpes suizos.
Se creía perdida pero en realidad se encontró que había sido
publicada en el volumen de "Psychoanalysis and the Fut", en New York
en 1957.
Fue traducida del ingles al portugués por Paulo César Souza y
al castellano por Miguel Angel Arce
S. Freud: Setenta años me enseñaron a aceptar la vida con
serena humildad.
Quien habla es el profesor Sigmund Freud, el gran
explorador del alma. El escenario de nuestra conversación fue en su casa de
verano en Semmering, una montaña de los alpes austríacos. Yo había visto el
país del psicoanálisis por última vez en su modesta casa de la capital
austríaca. Los pocos años transcurridos entre mi última visita y la actual,
multiplicaron las arrugas de su frente. Intensificaron la palidez de sabio. Su
rostro estaba tenso, como si sintiese dolor. Su mente estaba alerta, su
espíritu firme, su cortesía impecable como siempre, pero un ligero impedimento
en su habla me perturbó. Parece que un tumor maligno en el maxilar superior
tuvo que ser operado. Desde entonces Freud usa una prótesis, lo cual es una
constante irritación para él.
S. Freud: Detesto mi maxilar mecánico, porque la lucha con
este aparato me consume mucha energía preciosa. Pero prefiero esto a no tener
ningún maxilar. Aún así prefiero la existencia a la extinción. Tal vez los
dioses sean gentiles con nosotros, tornandonos la vida más desagradable a medida que envejecemos. Por
fin, la muerte nos parece menos intolerable que los fardos que cargamos.
(Freud se rehúsa a admitir que el destino le reserva algo
especial).
S. Freud: ¿Por qué (dice calmamente) debería yo esperar un tratamiento
especial? La vejez, con sus arrugas, llega para todos. Yo no me revelo
contra el orden universal. Finalmente, después de setenta años, tuve lo
bastante para comer. Aprecié muchas cosas -en compañía de mi mujer, mis hijos-
el calor del sol. Observé las plantas que crecen en primavera. De vez en cuando
tuve una mano amiga para apretar. En otra ocasión encontré un ser humano que
casi me comprendió. ¿Qué más puedo querer?
George Sylvester Viereck: El señor tiene una fama. Su obra
prima influye en la literatura de cada país. Los hombres miran la vida y a
sí mismos con otros ojos, por causa de este señor. Recientemente, en el
septuagésimo aniversario, el mundo se unió para homenajearlo, con excepción de
su propia universidad.
S. Freud: Si la
Universidad de Viena me demostrase reconocimiento, me
sentiría incómodo. No hay razón en aceptarme a mi o a mi obra porque tengo
setenta años. Yo no atribuyo importancia insensata a los decimales. La fama
llega cuando morimos y, francamente, lo que ven después no me interesa. No
aspiro a la gloria póstuma. Mi virtud no es la modestia.
George Sylvester Viereck: ¿No significa nada el hecho de que
su nombre va a perdurar?
S. Freud: Absolutamente nada, es lo mismo que perdure o que
nada sea cierto. Estoy más bien preocupado por el destino de mis hijos. Espero
que sus vidas no sean difíciles. No puedo ayudarlos mucho. La guerra
practicamente liquidó mis poseciones, lo que había adquirido durante mi vida.
Pero me puedo dar por satisfecho. El trabajo es mi fortuna.
(Estabamos subiendo y descendiendo una pequeña elevación de
tierra en el jardín de su casa. Freud acarició tiernamente un arbusto que
florecía)
S. Freud: Estoy mucho más interesado en este capullo de lo
que me pueda acontecer despues de estar muerto.
George Sylvester Viereck: ¿Entonces, el señor es, al final, un
profundo pesimista?
S. Freud: No, no lo soy. No permito que ninguna reflexión
filosófica complique mi fluidez con las cosas simples de la vida.
George Sylvester Viereck: ¿Usted cree en la persistencia de la
personalidad después de la muerte, de la forma que sea?
S. Freud: No pienso en eso. Todo lo que vive perece. ¿Por qué
deberia el hombre constituir una excepción?
George Sylvester Viereck: ¿Le gustaría retornar en alguna
forma, ser rescatado del polvo? ¿Usted no tiene, en otras palabras, deseo de
inmortalidad?
S. Freud: Sinceramente no. Si la gente reconoce los motivos
egoístas detrás de la conducta humana, no tengo el más mínimo deseo de retornar
a la vida; moviendose en un círculo, sería siempre la misma. Más allá de eso, si el eterno retorno de las
cosas, para usar la expresión de Nietzsche, nos dotase nuevamente de nuestra
carnalidad y lo que involucra, ¿para qué serviría sin memoria? No habría
vínculo entre entre el pasado y el futuro. Por lo que me toca, estoy
perfectamente satisfecho en saber que el eterno aborrecimiento de vivir
finalmente pasará. Nuestra vida es necesariamente una serie de compromisos,
una lucha interminable entre el ego y su ambiente. El deseo de prolongar la vida
excesivamente me parece absurdo.
George Sylvester Viereck: Bernard Shaw sustenta que vivimos
muy poco. El encuentra que el hombre puede prolongar la vida si asi lo desea,
llevando su voluntad a actuar sobre las fuerzas de la evolución. El cree que la
humanidad puede recuperar la longevidad de los patriarcas.
S. Freud: Es posible que la muerte en sí no sea una necesidad
biológica. Tal vez morimos porque deseamos morir. Asi como el amor o el odio
por una persona viven en nuestro pecho al mismo tiempo, asi también toda la
vida conjuga el deseo de la propia destrucción. Del mismo modo como un pequeño
elástico tiende a asumir la forma original, así también toda materia viva,
conciente o inconcientemente, busca readquirir la completa, la absoluta inercia
de la existencia inorgánica. El impulso de vida o el impulso de muerte habitan
lado a lado dentro nuestro. La muerte es la compañera del Amor. Ellos juntos
rigen el mundo. Esto es lo que dice mi libro: "Más allá del principio
del placer" En el comienzo del psicoanalisis se suponía que el Amor tenía
toda la importancia. Ahora sabemos que la Muerte es igualmente importante. Biológicamente,
todo ser vivo, no importa cuán intensamente la vida arda dentro de él, ansía el
Nirvana, la cesación de la "fiebre llamada vivir". El deseo puede ser
encubierto por digresiones, no obstante, el objetivo último de la vida es la
propia extinción.
George Sylvester Viereck: Esto es la filosofía de la
autodestrucción. Ella justifica el auto-exterminio. Llevaría logicamente al suicidio
universal imaginado por Eduard Von Hartmann.
S. Freud: La humanidad no escoge el suicidio porque la ley de
su ser desaprueba la via directa para su fin. La vida tiene que completar su
ciclo de existencia. En todo ser normal, la pulsión de vida es fuerte, lo
bastante para contrabalancear la pulsión de muerte, pero en el final, ésta
resulta más fuerte. Podemos entretenernos con la fantasía de que la muerte nos
llega por nuestra propia voluntad. Sería más posible que no pudiéramos vencer a
la muerte porque en realidad ella es un aliado dentro de nosotros. En este
sentido (añadió Freud con una sonrisa) puede ser justificado decir que toda
muerte es un suicidio disfrazado.
(Estaba haciendo frio en el jardín. Continuamos la
conversación en el gabinete. Vi una pila de manuscritos sobre la mesa, con la
caligrafia clara de Freud).
George Sylvester Viereck: ¿En qué está trabajando el señor
Freud?
S. Freud: Estoy escribiendo una defensa del análisis lego, del
psicoanálisis practicado por los legos. Los doctores quieren establecer al
análisis ilegal para los no-médicos. La historia, esa vieja plagiadora, se
repite después de cada descubrimiento. Los doctores combaten cada nueva verdad
en el comienzo. Después procuran monopolizarla.
George Sylvester Viereck: ¿Usted tuvo mucho apoyo de los
legos?
S. Freud: Algunos de mis mejores discípulos son legos.
George Sylvester Viereck: ¿El Señor Freud está practicando
mucho psicoanálisis?
S. Freud: Ciertamente. En este momento estoy trabajando en un
caso muy difícil, intentando desatar conflictos psíquicos de un interesante
paciente nuevo. Mi hija también es psicoanalista como usted puede ver....
(En ese momento apareció Miss Anna Freud, acompañada por su
paciente, un muchacho de once años de facciones inconfundiblemente
anglosajonas)
George Sylvester Viereck: ¿Usted ya se analizó a sí mismo?
S. Freud: Ciertamente. El psicoanalista debe constantemente
analizarse a sí mismo. Analizándonos a nosotros mismos, estamos más capacitados
para analizar a otros. El psicoanalista es como un chivo expiatorio de los
hebreos, los otros descargan sus pecados sobre él. El debe practicar su arte a
la perfección para liberarse de los fardos cargados sobre él.
George Sylvester Viereck: Mi impresión es de que el
psicoanálisis despierta en todos los que lo practican el espíritu de la caridad
cristiana. Nada existe en la vida humana que el psicoanálisis no nos pueda
hacer comprender. "Tout comprendre c'est tou pardonner".
S. Freud: Por el contrario (acusó Freud sus facciones asumiento
la severidad de un profeta hebreo), comprender todo no es perdonar todo. El
análisis nos enseña apenas lo que podemos soportar, pero también lo que podemos
evitar. El análisis nos dice lo que debe ser eliminado. La tolerancia con el
mal no es de manera alguna corolario del conocimiento.
(Comprendí súbitamente por qué Freud había litigado con sus
seguidores que lo habían abandonado, porque él no perdona disentir del recto
camino de la ortodoxia psicoanalítica. Su sentido de lo que es recto es
herencia de sus ancestros. Una herencia de la que él se enorgullece como se
enorgullece de su raza).
S. Freud: Mi lengua es el alemán. Mi cultura, mi realización
es alemana. Yo me considero un intelectual alemán, hasta que percibí el
crecimiento del preconcepto anti-semita en Alemania y en Austria. Desde
entonces prefiero considerarme judío.
(Quedé algo desconcertado con esta observación. Me parecía que
el espíritu de Freud debería vivir en las alturas más allá de cualquier
preconcepto de razas, que él debería ser inmune a cualquier rencor personal.
Entanto no precisamente a su indignación, a su honesta ira, se volvía más
atrayente como ser humano. ¡Aquiles sería intolerable si no fuese por su
talón!)
George Sylvester Viereck: Me pone contento, Herr Profesor, de
que también el señor tenga sus complejos, de que también el señor Freud
demuestre que es un mortal!
S. Freud: Nuestros complejos son la fuente de nuestra
debilidad; pero con frecuencia, son también la fuente de nuestra fuerza.
George Sylvester Viereck: Imagino, observo, ¡cuáles serían mis
complejos!
S. Freud: Un análisis serio dura más o menos un año. Puede
durar igualmente dos o tres años. Usted está dedicando muchos años de su vida
la "caza de los leones". Usted procuró siempre a las personas destacadas
de su generación: Roosevelt, El Emperador, Hindenburgh, Briand, Foch, Joffre,
Georg Bernard Shaw....
George Sylvester Viereck: Es parte de mi trabajo.
S. Freud: Pero también es su preferencia. El gran hombre es un
símbolo. Su búsqueda es la búsqueda de su corazón. Usted también está
procurando al gran hombre para tomar el lugar de su padre. Es parte del
complejo del padre.
(Negué vehementemente la afirmación de Freud. Mientras tanto,
reflexionando sobre eso, me parece que puede haber una verdad, no sospechada
por mi, en su sugestión casual. Puede ser lo mismo que el impulso que me llevó
a él)
George Sylvester Viereck: Me gustaría, observé después de un
momento, poder quedarme aquí lo bastante para vislumbrar mi corazón a través de
sus ojos. ¡Tal vez, como la
Medusa, yo muriese de pavor al ver mi propia imagen! Aún
cuando no confío en estar muy informado sobre psicoanálisis, frecuentemente anticiparía o tentaría
anticipar sus intenciones.
S. Freud: La inteligencia en un paciente no es un impedimento.
Por el contrario, muchas veces facilita el trabajo.
(En este punto el maestro del psicoanálisis difiere bastante
de sus seguidores, que no gustan mucho de la
seguridad del paciente que tienen bajo su supervisión)
George Sylvester Viereck: A veces imagino si no seríamos
más felices si supiésemos menos de los procesos que dan forma a nuestros
pensamientos y emociones. El psicoanálisis le roba a la vida su último encanto,
al relacionar cada sentimiento a su original grupo de complejos. No nos volvemos
más alegres descubriendo que todos abrigamos al criminal o al animal.
S. Freud: ¿Qué objeción puede haber contra los animales? Yo
prefiero la compañía de los animales a la compañía humana.
George Sylvester Viereck: ¿Por qué?
S. Freud: Porque son más simples. No sufren de una
personalidad dividida, de la desintegración del ego, que resulta de la
tentativa del hombre de adaptarse a los patrones de civilización demasiado
elevados para su mecanismo intelectual y psíquico. El salvaje, como el
animal es cruel, pero no tiene la maldad del hombre civilizado. La maldad es la
venganza del hombre contra la sociedad, por las restricciones que ella impone.
Las más desagradables características del hombre son generadas por ese ajuste
precario a una civilización complicada. Es el resultado del conflicto entre
nuestros instintos y nuestra cultura. Mucho más desagradables que las emociones
simples y directas de un perro, al mover su cola, o al ladrar expresando su
displacer. Las emociones del perro (añadió Freud pensativamente), nos recuerdan
a los héroes de la antigüedad. Tal vez sea esa la razón por la que
inconcientemente damos a nuestros perros nombres de héroes como Aquiles o
Héctor.
George Sylvester Viereck: Mi cachorro es un doberman Pinscher
llamado Ájax.
S. Freud: (sonriendo) Me contenta saber que no pueda leer. ¡El
sería ciertamente, el miembro menos querido de la casa, si pudiese ladrar sus
opiniones sobre los traumas psíquicos y el complejo de Edipo!
George Sylvester Viereck: Aún usted, profesor, sueña la
existencia compleja por demás. Entanto me parece que el señor sea en parte
responsable por las complejidades de la civilización moderna. Antes que usted
inventase el psicoanálisis, no sabíamos que nuestra personalidad es dominada
por una hueste beligerante de complejos cuestionables. El psicoanálisis vuelve
a la vida como un rompecabezas complicado.
S. Freud: De ninguna manera. El psicoanálisis vuelve a la
vida más simple. Adquirimos una nueva síntesis despues del análisis. El
psicoanálisis reordena el enmarañado de impulsos dispersos, procura
enrrollarlos en torno a su carretel. O, modificando la metáfora, el
psicoanálisis suministra el hilo que conduce a la persona fuera del laberinto
de su propio inconciente.
George Sylvester Viereck: Al menos en la superficie, pues la
vida humana nunca fue mas compleja. Cada día una nueva idea propuesta por usted
o por sus discípulos, vuelven un problema de la conducta humana más intrigante
y más contradictorio.
S. Freud: El psicoanálisis por lo menos, jamás cierra la
puerta a una nueva verdad.
George Sylvester Viereck: Algunos de sus discípulos, más
ortodoxos que usted, se apegan a cada pronunciamiento que sale de su boca.
S. Freud: La vida cambia. El psicoanálisis también cambia.
Estamos apenas en el comienzo de una nueva ciencia.
George Sylvester Viereck: La estructura científica que usted
levanta me parece ser mucho más elaborada. Sus fundamentos -la teoría del
"desplazamiento", de la "sexualidad infantil", de los
"simbolismos de los sueños", etc- parecen permanentes.
S. Freud: Yo repito, pues, que estamos apenas en el inicio.
Yo apenas soy un iniciador. Conseguí desenterrar monumentos enterrados en los
sustratos de la mente. Pero allí donde yo descubrí algunos templos, otros
podrán descubrir continentes.
George Sylvester Viereck: ¿Usted siempre pone el énfasis sobre
todo en el sexo?
S. Freud: Respondo con las palabras de su propio poeta, Walt
Whitman: "Más todo faltaría si faltase el sexo" (Yet all were
lacking, if sex were lacking). Mientras tanto, ya le expliqué que ahora pongo
el énfasis casi igual en aquello que está "más allá" del placer -la
muerte, la negociación de la vida. Este deseo explica por qué algunos hombres
aman al dolor -como un paso para el aniquilamiento! Explica por qué los poetas agradecen
a:
Whatever gods there be,
That no life lives
forever
And even the
weariest river
Wind somewhere safe
to sea.
"Cualesquiera dioses que existan
Que la vida ninguna viva para siempre
Que los muertos jamás se levanten
Y también el río más cansado
Desagüe tranquilo en el mar"
George Sylvester Viereck: Shaw, como usted, no desea vivir
para siempre, pero a diferencia de usted, él considera al sexo carente de
interés.
S. Freud: (Sonriendo) Shaw no comprende al sexo. El no tiene
ni la más remota concepción del amor. No hay un verdadero caso amoroso en
ninguna de sus piezas. El hace humoradas del amor de Julio César -tal vez la
mayor pasión de la historia. Deliberadamente, tal vez maliciosamente, él
despoja a Cleopatra de toda grandeza, relegándola a una simple e insignificante
muchacha. La razón para la extraña actitud de Shaw frente al amor, por su
negación del movil de todas las cosas humanas, que emanan de sus piezas el
clamor universal, a pesar de su enorme alcance intelectual, es inherente a su
psicología. En uno de sus prefacios, él mismo enfatiza el rasgo ascético de su
temperamento. Yo puedo estar errado en muchas cosas, pero estoy seguro de que
no erré al enfatizar la importancia del instinto sexual. Por ser tan fuerte,
choca siempre con las convenciones y salvaguardas de la civilización. La
humanidad, en una especie de autodefensa procura su propia importancia. Si
usted raspa a un ruso, dice el proverbio, aparece el tártaro sobre la piel. Analice
cualquier emoción humana, no importa cuán distante esté de la esfera de la
sexualidad, y usted encontrará ese impulso primordial al cual la propia vida
debe su perpetuidad.
George Sylvester Viereck: Usted, sin duda, fue bien seguido al
transmitir ese punto de vista a los escritores modernos. El psicoanálisis dió
nuevas intensidades a la literatura.
S. Freud: También recibí mucho de la literatura y la
filosofía. Nietzche fue uno de los primeros psicoanalistas. Es sorprendente
ver hasta qué punto su intuición preanuncia las novedades descubiertas. Ninguno
se percató más profundamente de los motivos duales de la conducta humana, y de
la insistencia del principio del placer en predominar indefinidamente que él.
El Zaratustra dice: "El dolor grita: ¡Va! Pero el placer quiere eternidad
Pura, profundamente eternidad". El psicoanalisis puede ser menos
discutido en Austria y en Alemania que en los Estados Unidos, su influencia en
la literatura es inmensa por lo tanto. Thomas Mann y Hugo Von Hofmannsthak
mucho nos deben a nosotros. Schnitzler recorre un sendero que es, en gran
medida, paralela a mi propio desarrollo. El expresa poeticamente lo que yo
intento comunicar científicamente. Pero el Dr. Schnitzle no es ni siquiera un
poeta, es también un científico.
George Sylvester Viereck: Usted no sólo es un científico,
también es un poeta. La literatura americana está impregnada de psicoanálisis.
Hupert Hughes, Harvrey O'Higgins y otros, son sus intérpretes. Es casi
imposible abrir una nueva novela sin encontrar alguna referencia al
psicoanálisis. Entre los dramaturgos Eugene O'Neill y Sydney Howard tienen una
gran deuda con usted. "The Silver Cord" por ejemplo, es simplemente
una dramatización del complejo de Edipo.
S. Freud: Yo sé y entiendo el cumplido que hay en esa
afirmación. Pero, tengo cierta desconfianza de mi popularidad en los Estados
Unidos. El interés americano por el psicoanálisis no se profundiza. La
popularización lo lleva a la aceptación sin que se lo estudie seriamente. Las
personas apenas repiten las frases que aprenden en el teatro o en las revistas.
Creen comprender algo del psicoanálisis porque juegan con su argot. Yo prefiero la ocupación intensa con el
psicoanálisis, tal como ocurre en los centros europeos, aunque Estados Unidos
fue el primer país en reconocerme oficialmente.
La Clark University me concedió un diploma honorario cuando yo
siempre fui ignorado en Europa. Mientras tanto, Estados Unidos hace pocas
contribuciones originales al psicoanálisis.
Los americanos son jugadores inteligentes, raramente
pensadores creativos. Los médicos en los Estados Unidos, y ocasionalmente
tambien en Europa, tratan de monopolizar para sí al psicoanálisis. Pero sería
un peligro para el psicoanálisis dejarlo exclusivamente en manos de los
médicos, pues una formación estrictamente médica es con frecuencia, un
impedimento para el psicoanálisis. Es siempre un impedimento cuando ciertas
concepciones científicas tradicionales están arraigadas en el cerebro.
¡Freud tiene que decir la verdad a cualquier precio! El no
puede obligarse a sí mismo a agradar a Estados Unidos donde están la mayoría de
sus seguidores. A pesar de su rudeza, Freud es la urbanidad en persona. El oye
pacientemente cada intervención, procurando nunca intimidar al entrevistador.
Raro es el visitante que se aleja de su presencia sin un presente, alguna señal
de hospitalidad!
Había oscurecido. Era tiempo de tomar el tren de vuelta a la
ciudad que una vez cobijara el esplendor imperial de los Habsburgos. Acompañado
de su esposa y de su hija, Freud desciende los escalones que lo alejan de su
refugio en la montaña a la calle para verme partir. El me pareció cansado y
triste al darme el adiós.
"No me haga parecer un pesimista -dice
Freud después de un apretón de manos. Yo no tengo desprecio por el mundo.
Expresar desdén por el mundo es apenas otra
forma de cortejarlo, de ganar audiencia y aplauso.
¡No, yo no soy un pesimista, en tanto tenga
a mis hijos, mi mujer y mis flores!
No soy infelíz, al menos no más infelíz que
otros".
El silbato de mi tren sonó en la noche. El automóvil me
conducía rápidamente para la estación. Apenas logro ver ligeramente curvado y
la cabeza grisácea de Sigmund Freud que desaparecen en la distancia....
George Sylvester
Viereck
periodista del "Journal of
Psichology"
año 1926 publicada en N.York en 1957
Miguel Angel Arce
Consultor Psicológico
Esp. Desarrollo Personal.
CONCEPTOS CLAVES
Teoría psicosocial del desarrollo humano de Erik Erikson